Antimicrobianos: solución o
problema?
Por: Lic. Silvana Buján
Fleming vivió gran parte de sus 73 años trabajando como médico
microbiólogo en el Hospital St. Mary de Londres. Al comienzo de la Primera
Guerra Mundial ocupó el cargo de médico militar en los frentes franceses. Allí
vio con impotencia morir a mucha gente a causa de las infecciones en las
heridas. De regreso, buscó intensamente algo que evitase esa dura agonía. Su
descubrimiento, la penicilina, marcó un cambio de rumbo en la medicina moderna:
una molécula química (penicilina) y una molécula proteica (lisozima) de
actividad antibiótica.
Más de un siglo después, la sobrecarga, el uso irracional y el
vertido al ambiente de agentes antimicrobianos ponen al ser humano ante dos
riesgos insospechados: la resistencia y el deterioro de la misma base de la
biodiversidad.
Señala Halden que “Según los niveles de
seguimiento de los antibióticos a veces se pueden detectar en el agua potable.
Sus efectos a estos niveles podemos presumirlos insignificantes, pero no se
conoce aún su efecto a lo largo del tiempo pues se necesitan más investigaciones
en este área ”. El triclosán se utiliza desde 1964
como eficaz bactericida para la creación de campos estériles en instituciones de
salud. Pero no sólo intramuros hospitalarios se aplican estas sustancias:
jabones para manos, líquidos limpiadores, geles desinfectantes son productos
antimicrobianos que se utilizan masivamente desde los años ochenta en la
industria, el comercio y el hogar. Las características químicas de estos
compuestos los convierten en sustancias muy estables, difíciles de degradar. A
ésto se agrega que son hidrófobos y que suelen adherirse a otras partículas,
haciéndose más y más resistentes y fáciles de ser llevados por las aguas o por
el viento.
El Dr. Halden determinó en sus estudios que estos compuestos
persisten en los lodos residuales de las aguas tratadas, que terminan siendo
dispuestas como abono en campos de cultivo. La alarma se enciende pues no hay
aún evaluaciones sobre la migración de esas sustancias a los alimentos, y por
ende, al hombre.
Daños al ambiente por el uso de
antibióticos
Cuando tomamos un antibiótico para eliminar una infección,
en gran medida su carga efectiva se agota en el interior del cuerpo. Pero, una
parte es desechada con la orina y las heces, llegando al ambiente (mares, ríos,
cuencas cerradas, sistemas lacustres, pozos negros) con su poder antimicrobiano
activo. Lo mismo ocurre cuando desinfectamos nuestro hogar o nos lavamos las
manos con jabones antisépticos, cuyos principios activos se escurren por las
cañerías.
En los ambientes adonde llegan finalmente, suceden dos
cosas: la primera es la muerte de numerosos microorganismos, que de hecho,
resultan ser la base de la cadena trófica de los ecosistemas. Muchos de los
compuestos pueden dañar a un grupo importante de virus y bacterias benéficas,
que son los encargados de realizar procesos biogeoquímicos imprescindibles para
el reciclaje de nutrientes. La segunda consecuencia es la generación de
resistencia de las bacterias a esos antimicrobianos, que induce al empleo de
mayores concentraciones de antibióticos para su tratamiento en los organismos
vivos, llegando a límites peligrosamente cercanos a la intoxicación.
La dificultad en el tratamiento de infecciones causadas por súper
microorganismos multirresistentes amenaza la salud y la vida misma del ser
humano. La investigadora Irma Rosas Pérez, del Centro de Ciencias de la
Atmósfera de la Universidad Nacional Autónoma de México, responde acerca de qué
tipo de antimicrobianos son los más perjudiciales para el ambiente: “
Los beta lactámicos, las sulfas, las fluoroquinilonas, el
cloranfenicol. La mayoría de los antimicrobianos que persisten en el agua o en
el suelo son de amplio espectro, por lo que perjudican a los ecosistemas ya que
pueden matar a los microorganismos degradadores tan importantes en la
mineralización de la materia orgánica y producción de nutrientes. Son dañinos
para los productores primarios necesarios para que fluya la energía en los
ecosistemas y permita sostener la diversidad. Además los que no se
mueren adquieren material genético para resistir. Y este material lo pueden
transmitir en forma vertical u horizontal a otros microorganismos pudiendo
convertirse en patógenos para el hombre”
.
Pero… ¿se usan tantos?
Las cifras en Estados Unidos solamente muestran un consumo de
25.000 toneladas al año, mitad como medicinas humanas y mitad para uso
veterinario y agropecuario, un aspecto que a veces perdemos de vista. En ése
país es obligatoria la prescripción médica, pero en casi todo el continente
americano los antibióticos se adquieren sin receta en las farmacias. Y es moneda
corriente la automedicación en nuestra cultura latina. Una vez que conocimos
cierta marca de antibiótico que algún médico nos recetó años atrás, seguimos
adquiriendo el mismo producto cada vez que algún síntoma similar nos aqueja.
En la ganadería moderna, los antibióticos son una pieza básica
pues el uso de dosis bajas estimula el crecimiento en los animales confinados.
Ello hace que éstos sean colonizados por bacterias resistentes. Sus excretas
contienen esos súper microorganismos que vuelven al suelo, al ambiente,
magnificados, acumulativos y cada año, más severos. En la avicultura, también se
crean bacterias resistentes que suelen transferirse a los empleados del corral.
Irma Rosas Péres agrega: “
Encontramos bacterias que nunca han tenido contacto con el
hombre y que presentan genes de resistencia. La explicación es que el
antibiótico se encuentra en el medioambiente que se halla contaminado con
desechos de humanos o de animales bajo tratamiento para controlar sus
infecciones.” En la industria alimenticia se utiliza
cada vez con mayor frecuencia, empaques antimicrobianos, que impiden el
desarrollo de bacterias como la Listeria monocytogenes, contraída en el ambiente
rural, hongos y otros patógenos. Pero, ¿es seguro que no migran a los
alimentos?
Matando a los malos, a los buenos… ¿y al
hombre?
El “milagro” de los antibióticos capaces de diferenciar entre una
bacteria y una célula del cuerpo humano, tiene su costado problemático al actuar
también sobre toda bacteria “buena” con la que contacte en el organismo. Los
pacientes que se automedican antibióticos con frecuencia han aumentado su número
de bacterias resistentes en la piel y en el intestino, por ejemplo. Pero esta
suerte de “acción post-terapéutica” del antibiótico no es todo el problema. Las
ventas de productos bactericidas, fungicidas y desinfectantes en general para el
hogar y la higiene personal, se han disparado. Allí también reina el triclosán y
los compuestos de amonio cuaternario, que originan aún más resistencia
cruzada.
Máximo Sandín es Doctor en Ciencias de la Biología y profesor
titular de Evolución Humana en la Universidad Autónoma de Madrid. Consultado
sobre el tema, señala “
Para él, la incorporación al ambiente de antimicrobianos “a través
del exceso de consumo de antibióticos y el impacto ambiental de los usos de
éstos en el ganado, en la higiene.. es una consecuencia de esta concepción
competitiva que tenemos de la naturaleza. Nos han enseñado que la naturaleza es
un campo de batalla. Y que los antimicrobianos son armas. Pero no tomamos en
cuenta que las bacterias no viven solas, en placas de Petri. Viven en colonias,
en ecosistemas, en redes de la vida. Hay una emergencia de enfermedades
neurológicas, por ejemplo, cuyo origen puede asociarse a esta matanza
indiscriminada de bacterias y virus, como el síndrome químico múltiple,
esclerosis lateral amiotrófica, y tantas otras cuyo origen está en la enorme
cantidad de sustancias químicas a las cuales estamos expuestos, con sistemas
inmunológicos debilitados. Los pueblos originarios de América o del Africa
tenían una concepción mucho más acertada de la naturaleza. No como un campo de
batalla, sino como un concierto en el cual todas las manifestaciones de vida son
imprescindibles.
Este sistema nuestro de arrasar con todo, va horadando el
equilibrio de la vida. La tierra es un gran ecosistema y esta extinción masiva
ya ha comenzado, en la fauna, en la flora, y también en las bacterias. Si no se
detiene este proceso, inevitablemente llegará el derrumbe de la estructura de la
vida.”
EFECTOS DE LOS DOS COMPUESTOS ESTUDIADOS POR HALDEN
Ambos compuestos químicos, el triclosán y el triclocarbán
son enlistados como posibles disruptores endocrinos, además de
afectar el sistema nervioso y alterar el desarrollo sexual. En el ambiente, al
tratarse de antimicrobianos, elimina una franja considerable en la cadena de la
vida, realizando cortes aleatorios en las colonias de los microorganismos,
ebrando ciclos ambientales básicos en los ecosistemas, así como afectan a
crustáceos y otros organismos acuáticos. Por otra parte, los estudios avanzan en
determinar si entre esos microorganismos, también puede generarse “súper
microbios resistentes” que derivarían en un riesgo certero sobre la salud de las
personas.
Fuente: Red Salud
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