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CUANDO LAS DEFENSAS SON UNA AMENAZA PARA LA SALUD

La inmunosupresión es vital en pacientes que han recibido trasplantes de órganos

Luego de una cirugía de trasplante renal, el sistema inmunitario puede reconocer las células del injerto como ajenas al organismo y provocar rechazos del órgano


El impacto positivo de la cirugía de trasplante renal, como método para salvar la vida de pacientes con fallas graves en el funcionamiento de sus riñones, ha llevado al desarrollo de fármacos inmunosupresores que previenen rechazos del tejido trasplantando, permitiéndole al receptor del órgano tener una vida más confortable y evitar complicaciones que pueden surgir cuando el organismo detecta la presencia de células que no reconoce como propias.
El secretario de la Sociedad Argentina de Trasplante, Carlos Díaz, señaló que la inmunosupresión ha permitido reducir la tasa de episodios de rechazo del injerto a cifras por debajo del 20%; mientras que la sobrevida del receptor se ubica por encima del 90% durante el primer año posterior al trasplante.
“Los tratamientos son dinámicos y dependen de la respuesta del paciente a la medicación recibida durante el postoperatorio. En esta fase nos enfocamos en minimizar los efectos secundarios de los tratamientos inmunosupresores y lograr una mayor sobrevida del paciente”, destacó el doctor Díaz.
Según lo explicó el galeno, a pesar de sus beneficios para la calidad de vida del paciente, a largo plazo las personas sometidas a un trasplante pueden perder el injerto por nefropatía, atrofia tubular o muerte de los receptores. Basándose en su experiencia clínica, consideró que la conversión temprana al tratamiento con rapamicina ofrece beneficios considerables para la salud del paciente.
El doctor Díaz hizo referencia a unos estudios realizados en Argentina, en los que se evaluó el impacto de la conversión temprana a la terapia con rapamicina. Los resultados de dichas pruebas revelaron altos estándares de seguridad, la función renal se mantuvo estable, hubo una importante reducción en la aparición de neoplasias y el comportamiento de la presión arterial no se modificó; aunque se evidenció un incremento inicial en los niveles de colesterol y triglicéridos.

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