Las actividades que estimulan la mente como hacer crucigramas, leer y escuchar la radio podrían en un principio ralentizar el declive del pensamiento pero acelerar la demencia más tarde, en la tercera edad, según un estudio del Centro Médico Universitario Rush en Chicago que se publica en la revista 'Neurology'.Según explica Robert S. Wilson, responsable del estudio, "nuestros resultados sugieren que el beneficio de retrasar los signos iniciales del declive cognitivo podría suponer una progresión más rápida de la demencia en años posteriores pero la cuestión es por qué sucede esto".
Wilson añade que las actividades que estimulan la mente podrían de alguna forma aumentar la capacidad del cerebro para funcionar con relativa normalidad a pesar de la acumulación de lesiones en el cerebro asociadas con la demencia. Sin embargo, una vez que se diagnostica en un individuo la demencia, aquellos que tienen un estilo de vida mentalmente activo son más propensos a tener más cambios cerebrales asociados a la demencia en comparación con los que no tienen mucha actividad mental. Como resultado de ello, quienes tienen un estilo de vida más activo mentalmente podrían sufrir una tasa más rápida de declive una vez que comienza la demencia.
El autor indica que las actividades mentales condensan el periodo de tiempo que una persona pasa con demencia, retrasando su inicio y después acelerando su progresión. "Esto reduce la cantidad global de tiempo que una persona podría sufrir de demencia".Los investigadores evaluaron la actividad mental de 1.157 personas de 65 años o más que no tenían demencia al inicio del estudio, que se extendió durante 12 años. Estas personas respondieron a cuestiones sobre la frecuencia con la que realizaban actividades mentales como escuchar la radio, ver la televisión, leer, realizar juegos y visitar museos. en esta escala de actividad cognitiva de cinco puntos, cuanto mayor era la puntuación con más frecuencia se participaba en ejercicios que estimulaban la mente.
Durante los siguientes seis años, el estudio descubrió que la tasa de declive cognitivo en las personas sin deterioro se reducía en un 52 por ciento por cada punto en la escala de actividad cognitiva. En las personas con enfermedad de Alzheimer, la tasa media de declive por año aumentaba en un 42 por ciento por cada punto sobre la escala de actividad cognitiva.
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